sábado, 15 de diciembre de 2012

Irena Sendler

La heroína que salvó a 2.500 niños 

Personas como estas son las que hacen falta  en el mundo y a la que todos debemos de aspirar a ser como ella, entregando amor sin limite aun a riesgo de nuestra propia vida.







En plena II Guerra Mundial, durante la ocupación de Polonia, una mujer le plantó cara a los nazis y logró salvar a 2.500 niños judíos. Ni la Gestapo ni sus torturas consiguieron que Irena Sendler desvelara dónde estaban los pequeños. Hoy, vive en un asilo de Varsovia, donde recibe al periodista de Magazine.En el año 2007 Irena fué propuesta para recibir el Premio Nobel de la paz, pero no fué escojida, el premio fué para Al Gore por unas diapositivas sobre el calentamiento global y en el 2009 se le dió a Barack Obama tan solo por tener buenas intenciones.



Ha muerto una señora de 98 años que se llamaba Irena. Durante la Segunda Guerra mundial, Irena consiguió permiso para trabajar en el gueto de Varsovia, como especialista en cañerías y alcantarillas. Pero sus
 planes iban más allá....sabía cuales eran los planes de los nazis para los judíos (era alemana). Irena pasaba niños pequeños escondidos en el fondo de la caja de herramientas y llevaba un saco de xarpellera en la parte de atrás de la camioneta para los niños mas grandes.
También llevaba un perro al que tenía entrenado para abordar a los soldados nazis cuando entraba y salía del gueto. Naturalmente los soldados no querían saber nada del perro y sus ladridos tapaban a los gemidos de los niños, de esta forma llegó a salvar a 2500 niños.Los nazis la atraparon y le rompieron las dos piernas y los dos brazos.Irena llevaba un registro de los nombres de todos los niños que salvaba y los tenía guardados dentro de un bote de cristal escondido al pie de un arbol del jardin de su casa.Pasada la guerra, intentó localizar a los padres que pudiesen seguir con vida y unir a las familias. La mayoría habían perdido la vida en las camaras de gas. Los niños que se salvaron encontraron casas de acojida o fueron adoptados.








Hoy. La intrépida heroína, a sus 97 años.
Hoy. La intrépida heroína, a sus 97 años.



La historia de Irena Sendler está repleta de heroísmo con proporciones casi míticas. Sin embargo, ha estado extraviada entre los pliegues del tiempo durante más de medio siglo. Desconocida y oculta de manera inexplicable para la mayoría de la gente, como un tesoro antiguo esperando a ser descubierto. Pero las luces de Hollywood se proponen ahora que todo el mundo conozca la vida de esta trabajadora social polaca, que durante la ocupación alemana de su país salvó la vida de 2.500 niños judíos, sacándolos a escondidas del gueto de Varsovia frente a las mismísimas narices de las tropas nazis.
Si tomamos como referencia La lista de Schindler, donde Steven Spielberg contó la vida de Oscar Schindler, el industrial alemán que evitó la muerte de 1.000 judíos en los campos de concentración, el éxito de la producción cinematográfica parece asegurado. El filme de Spielberg, aclamado por la crítica, consiguió siete Oscar en 1993.
Mientras la figura de Oscar Schindler era aclamada por medio mundo, Irena Sendler seguía siendo una heroína desconocida fuera de Polonia y apenas reconocida en su país por algunos historiadores, ya que los años de oscurantismo comunista habían borrado su hazaña de los libros de historia oficiales. «Además, ella nunca contó a nadie nada de su vida durante la II Guerra Mundial, era muy discreta y se limitaba a hacer su trabajo y a ayudar a la gente», explica Anna Mieszkwoska, autora de la biografía de Irena, La madre de los niños del Holocausto.
Sin embargo, en 1999, su historia empezó a conocerse. Y fue, curiosamente, gracias a un grupo de alumnos de un instituto americano de Pittsburg (Kansas) y a su trabajo de final de curso sobre los héroes del Holocausto. En su investigación dieron con algunas referencias sobre Irena Sendler en revistas especializadas y con un dato asombroso: había salvado la vida de 2.500 niños. «¿Cómo es posible que apenas haya información sobre una persona así?», se preguntaron entonces los estudiantes, cuya curiosidad crecía según encontraban más datos y testimonios.

Pero la gran sorpresa llegó cuando, tras buscar el emplazamiento de la tumba de Irena, descubrieron que no existía porque ella aún vivía y, de hecho, todavía vive. Hoy es una anciana de 97 años que reside en un asilo del centro de Varsovia, en una habitación luminosa donde nunca faltan los ramos de flores y las tarjetas de agradecimiento, que llegan diariamente desde todo el mundo.
Secuelas de las torturas. «Tenga cuidado, el que visita a mi madre acaba llorando», me advierte con una sonrisa Janina, la hija de Irena, antes de que entre a saludar a su madre. Dejo mi ramo de flores junto a su mesita de noche y paso los primeros cinco minutos de mi vida junto a una heroína de carne y hueso. «Yo no hice nada especial, sólo hice lo que debía, nada más», dice irritada con un hilillo de voz que se escapa a través de la ventana. Irena apenas existe físicamente, lleva años encadenada a su silla de ruedas, en parte debido a las lesiones que arrastra tras las torturas a las que fue sometida por la Gestapo durante la guerra, cuando descubrieron que sacaba escondidos a niños judíos del gueto. «Le rompieron los pies y las piernas, pero no lograron que les revelase el paradero de los niños que había escondido ni la identidad de sus colaboradores», explica la biógrafa.
Irena Sendler fue siempre una mujer de gran coraje, muy influida por su padre, un médico rural que murió cuando ella tenía sólo 7 años. De él siempre recordaría dos reglas que siguió a rajatabla a lo largo de toda su vida. La primera: que a la gente se la divide entre buenos y malos sólo por sus actos, no por sus posesiones materiales; y la segunda: a ayudar siempre a quien lo necesitase.
Así la pequeña Irena se hizo mayor y comenzó a trabajar en los servicios sociales del ayuntamiento de Varsovia, al tiempo que se unía al Partido Socialista Polaco. Corrían los años 30 y destacaba en los proyectos de ayuda a pobres, huérfanos y ancianos. «Ella era de izquierdas, sí, pero de una izquierda que ya no existe, preocupada por las personas y por su bienestar», apunta su biógrafa, quien asegura que a pesar de ello siempre se situó bastante lejos de la política activa.
En 1939 Alemania invadió Polonia y el trabajo de Irena se hizo más necesario en los comedores sociales, donde también se entregaban ropas y dinero a las familias judías, inscribiéndolas con nombres católicos falsos para evitar las suspicacias de los soldados alemanes.

Pero todo cambió en 1942, cuando las deportaciones se hicieron más frecuentes y los nazis encerraron a todos los judíos de Varsovia, unos 400.000, en un área acotada de la ciudad y rodeada por un muro. El gueto fue la tumba para miles y miles de personas, que morían diariamente por inanición o enfermedades. Irena estaba horrorizada y, como muchos polacos, decidió que había que actuar para evitar la barbarie que asolaba las calles de la capital. Consiguió un pase del departamento de Control Epidemiológico de Varsovia para poder acceder al gueto de forma legal», explica Anna. Allí entraba diariamente a llevar comida y medicinas, «siempre portando un brazalete con una estrella de David como símbolo de solidaridad y para no llamar la atención de los nazis».
Una vez dentro, la joven trabajadora social entendió que el objetivo del gueto era la muerte de todos los judíos y que era urgente sacar al menos a los niños más pequeños para que tuviesen la oportunidad de sobrevivir. Fue así como comenzó a evacuarlos de todas las formas imaginables. Dentro de ataúdes, en cajas de herramientas, entre restos de basura, como enfermos de males muy contagiosos…, cualquier sistema era válido si conseguía sacar a los pequeños del infierno. Otra manera era a través de una iglesia con dos accesos, uno al gueto y otro secreto al exterior. Los niños entraban como judíos y salían al otro lado bendecidos como nuevos católicos.
La actividad de Irena era frenética, igual que el riesgo diario a ser descubierta por los soldados alemanes. «No hice todo lo que pude, podría haber hecho más, mucho más y haber salvado así a más niños», sigue lamentándose hoy día.
Separar a los hijos. Irena aún recuerda con amargura los momentos en que tenía que separar a los padres de los hijos. Sabían que nunca más se volverían a ver y la arrinconaban entonces con preguntas y deseos de condenado. «Por favor, asegúrame que vivirá, que tendrá un buen hogar», insistían las madres, presas de la desesperación entre los llantos de sus hijos. «Ella también era madre y sentía ese dolor tan profundo como si fuese suyo, de hecho todavía lo siente y sufre con esos recuerdos», afirma Anna Mieszkwoska.
Pero, ¿qué impulsaba a una joven madre como Irena a arriesgarse de esa manera? ¿Por qué lo hacía? «Se lo he preguntado cientos de veces. Ella simplemente lo hacía porque tiene un corazón inmenso, no hay nada más», explica su biógrafa, quien asegura que ni siquiera existían motivaciones políticas o religiosas.
Una vez fuera del horror, era necesario elaborar documentos falsos para los niños, darles nombres católicos y trasladarlos a un lugar seguro, normalmente monasterios y conventos, donde los religiosos siempre tenían las puertas abiertas para los niños del Gueto.

Irena apuntaba entonces en pedazos de papel las verdaderas identidades de los pequeños y sus nuevas ubicaciones, y luego enterraba las notas dentro de botes y frascos de conserva bajo un gran manzano en el jardín de su vecino, frente a los barracones de los soldados alemanes. Allí aguardó, sin que nadie lo sospechase, el pasado de los 2.500 niños de Gueto hasta que los nazis se marcharon.
Ni siquiera las torturas de la Gestapo lograron que revelase jamás el lugar en el que estaban ocultos ni las personas que colaboraban con ella. Tampoco los meses que pasó en la terrorífica prisión de Pawlak, bajo el atento cuidado de los carceleros alemanes, quebraron su silencio. No dijo ni una palabra cuando la condenaron a muerte, una sentencia que nunca se cumplió porque, camino del lugar de ejecución, el soldado la dejó escapar. La resistencia le había sobornado. No podían permitir que Irena muriese con el secreto de la ubicación de los niños. Así fue como pasó a la clandestinidad y, aunque oficialmente figuraba como ejecutada, en realidad permaneció escondida hasta el final de la guerra participando activamente en la resistencia.
Con el final del conflicto se desenterraron los 2.500 botes escondidos bajo el manzano, y los 2.500 niños rescatados del gueto recuperaron sus identidades olvidadas. La gran mayoría había perdido a sus padres, así que muchos fueron enviados con otros familiares o se quedaron con familias polacas, pero todos conservaron a lo largo de su vida un agradecimiento infinito a Irena Sendler. Tras los nazis llegó el comunismo y la aventura de Irena quedó olvidada entre las nuevas doctrinas. Ella, que ya tenía dos hijos, volvió a ser trabajadora social y a su vida tranquila, sólo truncada por las pintadas, en la puerta de su apartamento, en las que le acusaban con necedad de ser «amiga de los judíos» o la llamaban la «madre de judíos». Ella callaba y nunca contaba nada de su pasado «por una mezcla de modestia y de temor a que le pudiera acarrear algún problema, comenta su hija, Janina, quien asegura que aún hoy mantiene secretos y vive como si estuviese en medio de una oscura conspiración.
Cuando en 1999 los estudiantes de Kansas se toparon con su historia, se quedaron estupefactos. Estaban frente a una auténtica heroína prácticamente desconocida, así que decidieron escribir una obra de teatro sobre ella. Se escenificó en iglesias y salones sociales de la comarca, asombrando y emocionando a todos los que tuvieron la oportunidad de verla. Uno de estos asistentes fue un profesor judío quien, impresionado, ayudó a los escolares a cumplir su deseo: ir a verla a Varsovia y agradecerle lo que había hecho por la Humanidad. Les dio un cheque de 7.000 dólares y les hizo una petición: «Contadme todo con pelos y señales a vuestra vuelta».
A partir de ese momento los reconocimientos y las visitas fueron aumentando considerablemente. La llegada de periodistas extranjeros, los cumplidos oficiales, agradecimientos de todo el mundo, las visitas desde Hollywood y, finalmente, la nominación para el premio Nobel, propuesta hace unos meses por el presidente polaco Lech Kaczynski con el apoyo de la Organización de Supervivientes del Holocausto.
Mientras, todos se preguntan cómo es posible que esta historia haya permanecido tantos años en el olvido y oculta, pese a las veces que se ha tratado el tema del Holocausto y de las personas que lo protagonizaron. Incluso sus amigas le recriminaban que nunca les contara nada sobre su heroísmo y sus azañas de juventud. Sin embargo, ella sigue sonriendo en su silla de ruedas y enfadándose cuando alguien se atreve a decir que es una heroína. Porque Irena Sendler no es una heroína, sólo se limitó a cumplir con su deber.



Aqui teneis la pelicula que se hizo sobre la vida de Irene Sendler.

Elección de las Pruebas

Elección de las Pruebas




prueba


258. En estado errante y antes de tomar una nueva existencia corporal, ¿tiene el espíritu conciencia y previsión de lo que le sucederá durante la vida?
«Elige por sí mismo el género de pruebas que quiere sufrir, y en esto consiste su libre
albedrío».
-¿No es, pues, Dios quien le impone como castigo las tribulaciones de la vida?
«Nada sucede sin el permiso de Dios; porque él estableció todas las leyes que rigen el universo. ¡Preguntad, pues, por qué ha hecho tal ley y no tal otra! Dejando al espíritu la libertad de elegir, Dios le deja la responsabilidad completa de sus actos y de las consecuencias de éstos; nada estorba su porvenir, y le pertenece así el camino del bien, como el del mal. Pero le queda, si sucumbe, el consuelo de que no todo ha concluido para él y de que Dios, en su bondad, le deja en libertad de volver a empezar lo que ha hecho mal. Es preciso, por otra parte, distinguir lo que es obra de la voluntad de Dios y lo que procede de la del hombre. Si os amenaza un peligro, no sois vosotros, sino Dios, quien lo ha creado; pero vosotros sois libres de exponeros a él; porque lo consideráis un medio de progreso, y Dios lo ha permitido».
259. Si el espíritu elige el género de pruebas que quiere sufrir, ¿síguese de ello que
hemos previsto y elegido todas las tribulaciones que en la vida experimentamos?
«Todas no es la palabra; porque no puede decirse que hayáis previsto hasta las cosas más insignificantes de todo lo que os pasa en el mundo. Habéis elegido el género de prueba, y los hechos secundarios son consecuencia de la posición y a menudo de vuestras propias acciones. Si el espíritu ha querido nacer entre malhechores, por ejemplo, sabía a qué peligros se exponía; pero no cada uno de los actos que realizaría, pues éstos son efecto de la voluntad y del libre albedrío. El espíritu sabe que eligiendo tal camino, habrá de arrostrar tal género de lucha, conoce, pues la naturaleza de las vicisitudes que encontrará, pero no sabe si antes tendrá lugar este acontecimiento que aquel otro.
Los sucesos de detalle nacen de las circunstancias y de la fuerza de las cosas. Sólo están previstos los grandes acontecimientos, los que influyen en el destino. Si eliges un camino lleno de atolladeros, sabes que has de tomar grandes precauciones, porque corres peligro de caer; pero no sabes en qué lugar caerás, y acaso lo evites, si eres prudente. Si pasando por la calle te cae una teja en la cabeza, no creas que estaba escrito como vulgarmente se dice».
260. ¿Cómo puede el espíritu querer nacer entre gentes de mal vivir?
«Preciso es que sea enviado a un centro en que pueda sufrir la prueba que haya pedido.
Pues bien, es necesaria la analogía, y para luchar con el instinto de la delincuencia, es preciso que encuentre personas de esa calaña».
-Si no hubiese, pues, gentes de mal vivir en la tierra, ¿el espíritu no podría encontrar la
esfera necesaria a ciertas pruebas?
«¿Y os quejaríais de ello? Lo que tú dices sucede en los mundos superiores donde no tiene acceso el mal, y por esto sólo los habitan espíritus buenos. Procurad que pase pronto lo mismo en vuestra tierra».
261. En las pruebas que ha de sufrir para llegar a la perfección, ¿debe el espíritu experimentar todos los géneros de tentaciones? ¿Debe pasar por todas las circunstancias que pueden excitar en él el orgullo, los celos, la avaricia, el sensualismo, etcétera?
«Ciertamente que no, puesto que sabéis que los hay que, desde el principio, toman un camino que los libra de no pocas pruebas; pero el que se deja arrastrar hacia el mal camino, corre todos los peligros de éste. Un espíritu, por ejemplo, puede pedir riquezas que le son concedidas, y siguiendo entonces su camino, puede ser avaro o pródigo, egoísta o generoso, o bien entregarse a todos los goces del sensualismo, sin que quiera esto decir que deba pasar forzosamente por toda la serie de esas inclinaciones».
262, ¿Cómo el espíritu, que en su origen es sencillo, ignorante e inexperto, puede escoger una existencia con conocimiento de causa, y ser responsable de esta elección?
«Dios suple su inexperiencia trazándole el camino que debe seguir, como lo hacéis vosotros con el niño desde que nace; pero, poco a poco, le hace dueño de elegir a medida que se desarrolla su libre albedrío, y entonces es cuando a menudo se extravía, tomando el mal camino, si no escucha los consejos de los espíritus buenos. A esto es a lo que puede llamarse la caída del hombre».
-Cuando el espíritu disfruta de su libre albedrío, ¿la elección de la existencia corporal depende siempre exclusivamente de su voluntad, o esa existencia puede serle impuesta como expiación por la voluntad de Dios?
«Dios sabe esperar y no apresura la expiación. Pero puede, sin embargo, imponer una existencia al espíritu, cuando éste, por su inferioridad o mala voluntad, no es apto para comprender lo que le sería más saludable, y cuando se ve que aquella existencia, sobre servirle de expiación, contribuye a su purificación y adelanto».
263. ¿Hace el espíritu su elección inmediatamente después de la muerte?
«No; muchos creen en las penas eternas, lo cual, según se os ha dicho, es un castigo».
264. ¿Qué es lo que dirige al espíritu en la elección de las pruebas que quiere sufrir?
«Las que son para él una expiación, dada la naturaleza de sus faltas, y que pueden hacerles progresar más pronto. Los unos pueden, pues, imponerse una vida de miseria y de privaciones para probar de soportarlas con valor; otros pueden querer probarse con las tentaciones de la fortuna y el poderío, mucho más peligrosos por el abuso y mal uso que puede hacerse y por las malas pasiones que engendran y otros, en fin, quieren probarse con las luchas que han de sostener con el contacto del vicio».
265. Si hay espíritus que eligen como prueba el contacto del vicio, ¿los hay también que lo eligen por simpatía y deseos de vivir en un centro conforme con sus gustos. o para poder entregarse libremente a sus inclinaciones materiales?
«Cierto que los hay; pero sólo entre aquellos cuyo sentido moral está poco desarrollado aún, y entonces viene por si misma la prueba y la sufren por más largo tiempo. Tarde o temprano comprenden que la saciedad de las pasiones brutales, les reporta deplorables consecuencias, que sufrirán durante un tiempo que les parecerá eterno, y que Dios puede dejarles en este estado hasta que comprendan su falta y soliciten por si mismos redimirla con pruebas provechosas».
266. ¿No parece natural la elección de las pruebas menos penosas?
«A vosotros, si; pero no al espíritu. Cuando está desprendido de la materia, cesa la ilusión y piensa de distinto modo».
El hombre en la tierra y bajo la influencia de las ideas materiales, sólo ve el aspecto penoso de las pruebas, y por esto parécele natural elegir aquellas que, a !u modo de ver, pueden aliarse con los goces materiales; pero en la vida espiritual compara estos goces fugitivos y groseros con la inalterable felicidad que entrevé, y entonces ¿qué le son algunos sufrimientos pasajeros? El espíritu puede, pues, elegir la más ruda prueba, y, por lo tanto, la existencia más penosa con la esperanza de llegar más pronto a mejor estado, como el enfermo escoge con frecuencia el remedio más desagradable para curarse más pronto. El que desea unir su nombre al descubrimiento de un país desconocido, no escoge un camino sembrado de flores; sabe los peligros que corre; pero también la gloria que le espera, si tiene buen éxito.
La doctrina de la libertad en la elección de nuestras existencias y de las pruebas que hemos de sufrir deja de parecer extraordinaria, si se considera que los espíritus, desprendidos de la materia, aprecian las cosas de muy distinto modo que nosotros. Vislumbran el fin, fin mucho más grave para ellos que los goces fugitivos del mundo; después de cada existencia, ven el paso que han dado y comprenden lo que les falta purificarse aún para conseguirlo, y he aquí por qué se someten voluntariamente a todas las vicisitudes de la vida corporal, pidiendo por si mismos las que pueden hacerlos llegar más pronto. Sin razón, pues, se admiran algunos de que el espíritu no dé la preferencia a la existencia más placentera. En su estado de imperfección no puede gozar de la vida exenta de amarguras; la entrevé, y para conseguirla, procura mejorarse.
¿Acaso no se ofrecen todos los dias a nuestros ojos ejemplos de lecciones semejantes? El hombre que trabaja una parte del día sin tregua ni descanso para procurarse el bienestar, ¿no se impone una tarea con la mira de buscar mejor porvenir? El militar que se ofrece para una misión peligrosa, y el viajero que desafía peligros no menores, en interés de la ciencia o de su fortuna, ¿qué hacen sino aceptar prueba voluntarias que han de redundarles en honra y provecho, sI de ellas salen salvos? ¿A qué no se somete y expone el hombre por interés o gloria? Todos los certámenes ¿no son acaso pruebas voluntarias a que nos sometemos con la mira de elevarnos en la profesión que hemos elegido? No se llega a una posición social trascendental cualquiera en las ciencias, en las artes y en la industria, sino pasando por la serie de posiciones inferiores que son otras tantas pruebas. La vida humana está calcada sobre la espiritual, pues encontramos en aquélla, aunque en pequelio, las mismas vicisitudes de ésta. Luego, si en la vida elegimos con frecuencia las más rudas pruebas con la mira de lograr un fin más elevado, ¿por qué el espíritu, que ve más que el cuerpo y para quien la vida corporal no es más que un incidente fugitivo, no ha de elegir una existencia penosa y laboriosa, si le conduce a una felicidad eterna? Los que dicen que si los hombre eligen la existencia pedirán ser principes o millonarios, son como los miopes que sólo ven lo que tocan, o como aquellos niños glotones que, al ser preguntados acerca de la profesión que más les gusta, responden: pastelero o confitero.
Un viajero que se encuentra en medio de un valle oscurecido por la bruma, no ve ni la anchura, ni los extremos del camino, pero llega a la cumbre del monte, descubre el que ha recorrido y el que aún le falta recorrer, distingue el fin y los obstáculos que todavía le restan por vencer, y puede combinar con más seguridad entonces los medios de llegar al final. El espíritu encarnado está como el viajero que se encuentra al pie del monte; pero desprendido de los lazos terrestres, domina las cosas como el que ha llegado a la cima. El fin del viajero es el descanso después del cansancio; el del espíritu, la dicha suprema después de las tribulaciones y pruebas.
Todos los espíritus dicen que en estado errante inquieren, estudian y observan para elegir. ¿No tenemos ejemplo de este hecho en la vida material? ¿No buscamos a menudo durante muchos años la carrera que libremente elegimos, porque la creemos más propicia a nuestro propósito? Si salimos mal a una, buscamos otra, y cada carrera que abrazamos es una fase, un período de la vida. ¿No empleamos el día en buscar lo que haremos mañana? ¿Y qué son las diferentes existencias corporales par el espíritu, sino etapas, períodos, días de su vida espiritista, que, como ya sabemos, es la normal, no siendo la corporal más que transitoria y pasajera?
267. ¿Podría el espíritu hacer la elección durante el estado corporal?
«Puede influir en ella el deseo, lo que depende de la intención; pero en estado de espíritu ve con frecuencia las cosas de muy diferente modo. Sólo el espíritu hace la elección; pero, lo repetimos, puede hacerla en esta vida material; porque el espíritu tiene siempre momentos en que es independiente de la materia que habita»,

-Muchas personas desean la grandeza y la riqueza, y ciertamente no lo hacen ni como expiación, ni como prueba.
«Sin duda la materia es la que desea la grandeza para disfrutarla, y el espíritu para conocer sus vicisitudes».
268. ¿Sufre el espíritu constantemente pruebas, hasta llegar al estado de pureza perfecta?
«Sí, pero no son como las comprendéis vosotros, que llamáis pruebas a las tribulaciones
materiales. El espíritu, cuando llega a cierto grado, sin ser perfecto aún, deja de sufrir; pero siempre tiene deberes que le ayudan a perfeccionarse y que no le son nada penosos, pues a falta de otros, tendría el de ayudar a sus semejantes a perfeccionarse».
269. ¿Puede equivocarse el espíritu acerca de la eficacia de la prueba que elige?
«Puede escoger una superior a sus fuerzas, y entonces sucumbe, y puede también elegir una que no le aproveche, como, por ejemplo, un género de vida ocioso e inútil; pero vuelto al mundo de los espíritus, conoce que nada ha ganado, y solicita reparar el tiempo perdido».
270. ¿De qué depende la vocación de ciertas personas a la voluntad de preferir una carrera a otra?
«Me parece que vosotros mismos podéis contestaros la pregunta. ¿Acaso no es consecuencia eso que preguntáis de todo lo que hemos dicho sobre la elección de las pruebas, y del progreso realizado en una existencia anterior?»