domingo, 16 de diciembre de 2012

¿Es el Espiritu Santo o Consolador prometido por Jesús?


AMÉRICO DOMINGOS NUNES FILHO 
amecgs@terra.com.br
Rio de Janeiro, RJ (Brasil)
Traducción 

Isabel Porras González


¿Es el Espiritu Santo o Consolador prometido por Jesús? 
El Consolador prometido vino para que la comprensión de las cosas espirituales no quedara estacionada en el tiempo y en el espacio, aprisionado en las telas retocadas de las letras bíblicas
 
Según la entidad espiritual Emmanuel, el Espíritu Santo es “la centella del espíritu divino, que se encuentra en el interior de todas las criaturas” (“El Consolador”, cuestión 303). Herculano Pires dice que “El Espíritu a que la Biblia se refiere en numerosos tópicos y que en los Evangelios toma el nombre de Espíritu Santo es el Espíritu de Dios en su manifestación universal” (Libro “Agonía de las Religiones”, cap. VII). Por lo tanto, cada criatura alberga la Luz de Dios, “El Reino de Dios”,
dentro de sí mismo (Divinidad Inmanente). En verdad, el Espíritu Santo es la presencia de Dios en cada uno de nosotros y en todo.
El catolicismo trajo al público, el siglo VII, que el Espíritu Santo sería la tercera persona de la denominada “Santísima Trinidad” y, para eso, adicionó textos a la escrituras con el propósito de hacer escritura la aserción dogmática, conforme fue denunciado de entrada por Orígenes, después por el pastor Leblois, en su obra “Las Biblias y los Iniciadores Religiosos de la Humanidad”, en que relató haber visto en algunas bibliotecas manuscritos en que el dogma de la Trinidad está sólo añadido al margen. Más tarde, las añadiduras fueron intercalados en el texto, donde se encuentran aun.
El descubrimiento de Leblois fue divulgado por el filósofo León Denis, en el libro de su autoría “Cristianismo y Espiritismo”, en la nota complementaria nº 3. Además de esa información, Denis menciona como ejemplo de esas modificaciones los versículos 7 y 8 del capítulo 5 de la 1ª Epístola de Juan: “Porque hay tres que testifican (en el cielo: el Padre, el Verbo y el Espíritu Santo, y esos tres son uno sólo; y hay tres que testifican en la Tierra): el espíritu, el agua y la sangre, y esos
tres son uno sólo”. El texto entre paréntesis parece haber sido introducido posteriormente (glosa marginal), conforme consta en la nota de a pie de la Biblia de Jerusalén, una publicación católica. Siendo así, el discípulo amado nada afirmó acerca de la Trinidad.
Es importante mencionar que el profesor de Griego y Latín Carlos Torres Pastorino, en la obra “Sabiduría del Evangelio”, enseña que, en el griego, la expresión “tò pneuma tò hágion” quiere decir “el Espíritu, el Santo”, mientras que “pneuma hágion”, sin el artículo definido “te lo”, se refiere a “un espíritu santo”. El artículo indefinido no existe en la lengua
Santo”. En verdad, “un santo espíritu” se está refiriendo a un espíritu superior, un buen espíritu, tanto encarnado como desencarnado. Cuando las letras bíblicas traen, en el griego, la expresión “tò pneuma tò hágion” está haciendo referencia a la presencia de       Dios en cada uno de nosotros y en todo, la centella o emanación divina que nos posibilita la vida inmortal.
La identidad entre el Espíritu Santo y el Espíritu
de Verdad es, según Pastorino, una farsa
Pablo enseña que en nosotros él habita: somos templos del Espíritu Santo. Salomón, en el Antiguo Testamento, en el libro “La Sabiduría”, relata que el espíritu de Dios está en todo: “tu espíritu incorruptible está en todas las cosas” (12:1), tratándose, claramente, del arquetipo de la perfección inmanente en toda la creación. Si esa centella divina en nosotros ya está más perfeccionada, en caso de errores cometidos con conocimiento de causa, viviremos una necesidad apremiante de expiar el grave error cometido, que simbólicamente es denominado “blasfemia contra el santo espíritu”. Según la traducción del griego hecha por Pastorino, el infractor es reo del error del ciclo y su pena no será relevada, es decir, tendrá que ser rectificada. En Efesios, Pablo recomienda no entristecer el espíritu santo, con que Dios nos marcó para el día de la liberación (4:30). En verdad, en Jesús, la centella divina, el Espíritu santo, está plenamente fructificado, siendo un espíritu puro por excelencia.
En cuanto a ser el “Espíritu Santo” el propio “Espíritu de la Verdad” o el “Consolador”, se debe resaltar que el erudito profesor Pastorino niega terminantemente esa posibilidad, basada en el Evangelio de Juan 14:26, relatando que la expresión griega “tò pneuma tò hágion” (“el Espíritu Santo”) aparece sólo una vez en el Evangelio de Juan y, según él, “asimismo, en sólo algunos códices tardíos, habiendo fuerte sospecha de haber sido añadida posteriormente” (“Sabiduría del Evangelio”, 5º vol., Predicar sin Miedo).
El texto supracitado es el siguiente: “(...) aquel Consolador, el Espíritu Santo, que el padre enviará en mi nombre, ese os enseñará todas las cosas, y os hará recordar todo cuánto os he dicho”.
La identidad entre el Espíritu Santo y el Espíritu de la Verdad o el Consolador es, por lo tanto, según Pastorino, una farsa, relatando que en el texto de Juan no hay la expresión “Espíritu Santo” ni, menos aún, las palabras “un espíritu santo”.
La presencia del “Consolador” no se verificó el día de Pentecostés, por cuanto la expresión griega “tò pneuma tò hágion” (“el Espíritu Santo”) no es hallada en los textos griegos de “Actos de los Apóstolos”, mientras que “pneuma hágion”, sin artículo definido, correspondiendo a “un santo espíritu”, es encontrada. Luego, los apóstolos no quedaron, conforme está escrito: “llenos del Espíritu Santo”, por cuanto lo correcto es “llenos de un santo espíritu”, caracterizando, de este modo, un fenómeno mediúmnico de grande porte, señalando la presencia importante de Jesús en espíritu.
Lo que se verificó, en Pentecostés, fue la pujante mediumnidad de los discípulos del Cristo
Importante aclarar que el “Consolador” vendría para enseñar todas las cosas y para recordarnos todo cuanto el Maestro había dicho. Lo que se verificó, en Pentecostés, fue la pujante mediumnidad de los discípulos de Cristo, no encontrándose ninguna enseñanza distinguida o vestigio de doctrina especial. De hecho, la confusión reinante en el cristianismo de los hombres, haciendo de las enseñanzas de Jesús una verdadera colcha de partes, es una prueba segura de que la presencia del “Consolador” aún es desconocida para los dogmáticos religiosos.
Ignorando completamente que, en la mayoría de los textos, el término correcto es “un santo espíritu” (en griego: “pneuma hágion”, sin artículo definido), los hermanos de creencia protestante se obstinan en afirmar que el Espiritismo no es el “Consolador prometido” y citan algunos textos bíblicos, seguidamente:
Actos de los Apóstoles, 5:32: “Y nosotros somos testigos de esas cosas, nosotros y un espíritu santo (una entidad espiritual superior), que Dios concedió a aquellos que le obedecen”.
Actos de los Apóstoles, 8:15: “Al llegar, Pedro y Juan rezaron por los samaritanos, a fin de que ellos recibieran un santo espíritu”.
Actos de los Apóstolos, 8:18: “Simón vio que un santo espíritu (una entidad espiritual superior) era comunicado a través de la imposición de las manos...”.
Actos de los Apóstolos, 10:44-48: “Pedro aún estaba hablando, cuando un santo espíritu (una entidad espiritual superior) descendió sobre todos los que oían la palabra. Los fieles de origen judaico, que habían ido con Pedro, quedaron admirados de que el don de un santo espíritu (una entidad espiritual superior) también fuera derramado sobre los paganos. De hecho, ellos los oían hablar en lenguas extrañas y loar la grandeza de Dios. Entonces, Pedro habló ‘¿Será que podemos negar el agua del bautismo a estas personas que recibieron el santo espíritu (entidades espirituales superiores), de la misma forma que nosotros recibimos?’ Entonces Pedro mandó que fueran bautizados en nombre de Jesús Cristo”.
Actos de los Apóstoles, 19:2: “¿Cuando ustedes abrazaron la fe recibieron un santo espíritu (una entidad espiritual superior)”?
Evangelio según Marcos, 1:8: Dijo Juan Bautista: “Yo bauticé a ustedes con agua, pero él bautizará a ustedes con un santo espíritu”, es decir, haciéndolos sintonizar con los espíritus elevados”.
Evangelio según Lucas, 12:12: “Pues en esa hora un santo espíritu (una entidad superior) enseñará lo que vosotros deben decir”.
El Espiritismo se volverá el gran liberador del
ser humano, un farol de luz
Queda bien claro que uno de los principios básicos del Espiritismo, la mediumnidad, aquí es destacada. En Éfeso, Pablo desarrolló el intercambio mediúmnico de los discípulos que ya habían sido bautizados por Juan Bautista: “Imponiéndoles las manos, vino sobre ellos un santo espíritu” (espíritus superiores). El texto es asaz esclarecedor: “y tanto hablaban en lenguas (fenómeno conocido como xenoglosia) como profetizaban” (Actos 19:1-7). Hubo la incorporación de entidades espirituales que, en trance mediúmnico, discurrían en determinado idioma extranjero, en lengua extraña al conocimiento de aquellos hombres. Así igualmente ocurrió el día de Pentecostés, con todos los discípulos de Cristo.
El Consolador Prometido vino, por lo tanto, para que la comprensión de las cosas espirituales no quedara estacionado en el tiempo y en el espacio, aprisionado en las telas retocadas de las letras bíblicas (“la letra mata”).  En Ezequiel 37:1, por ejemplo, es descrito un valle lleno de huesos. En realidad, es una referencia simbólica al pueblo de Israel dominado, destruido y exiliado. Después, Ezequiel es convocado a concienciar al pueblo de su dignidad, consiguiendo finalmente su organización y levantamiento, constituyendo un gran ejército y construyendo una nueva historia (“colocaré mi espíritu sobre vosotros”).
Finalmente, muchas cosas habría de hablar aún Jesús acerca del Padre (Juan 16:12) y en el momento cierto, no utilizando más parábolas (el espíritu testifica), sino abiertamente (Juan 16:25). “La Doctrina de Cristo no es más prisionera de las Escrituras, sino resonancia de las voces del cielo” (“El Evangelio según el Espiritismo”, introducción, ítem I). El propio Maestro dijo que volvería en la gloria de su Padre, acompañado de sus ángeles (espíritus superiores) para restablecer todas las cosas. Ahora, dice Kardec que “sólo se restablece lo que fue deshecho”. De inicio, el testimonio de Jesús que tenía muchas cosas que enseñar, pero la humanidad de entonces era muy atrasada espiritualmente (“no podéis soportar ahora”). Pero, dejó una esperanza: Los hombres no quedarían más huérfanos, abriendo el horizonte de la liberación humana, a través del conocimiento de la verdad que libera, retirando las apretadas amarras de la ignorancia espiritual. El filósofo espírita León Denis exclamó: “(...) tras siglos de silencio, el mundo invisible se desvela; se ilumina y se agita hasta sus mayores profundidades. Las legiones de Cristo y el propio Cristo están en actividad. Sonó la hora de la nueva dispensación” (“Cristianismo y Espiritismo”, conclusión).
En un medio cultural adverso al misticismo y propicio a la ideas reformadoras, surge la Doctrina Espírita, síntesis profunda de ciencia, filosofía y religión, con el blanco precipuo de fecundar todas las creencias, uniéndolas bajo la égida del grande y verdadero pastor, Jesús, sepultando, en definitiva, el oscurantismo científico y religioso, contrarios a la razón y al progreso.
Ya vivimos el tiempo en el cual “Dios pondrá su ley en el interior de los hombres, la escribirá en sus corazones y todos lo conocerán, desde el menor hasta el mayor” (Jeremías 31:33).
El Espiritismo se hará el gran libertador del ser humano; un farol de luz, alejando las tinieblas de la desilusión y de la incredulidad, constituyendo el amanecer de una nueva era.